Avishai Cohen, junto al percusionista cubano Abraham Rodríguez Jr. acaban de publicar este nuevo single, donde llevan a nuevas cotas jazzístico-cubanas el clásico que inmortalizó Sinatra hace ahora casi 6 décadas. Este single sirve de último anticipo al inminente nuevo álbum «Iroko«, que estará disponible el próximo 5 de Mayo, producido por Javier Limón.
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«Iroko» hace realidad el sueño de siempre de Avishai Cohen de «llevar a cabo un proyecto con su músico latino favorito de Nueva York». El bajista y cantante afincado en Israel y el maestro conguero y vocalista, Abraham Rodriguez Jr., rebosan armonía, groove, calidez, melodías imborrables y lazos de hermandad para convocar a los dioses yoruba.
En la tradición yoruba, «Iroko» es un símbolo complicado: un trol que habita en las ramas superiores de un árbol llamado «el trono de dios», del que hay que protegerse para que no baje a la tierra, sea visto y vuelva locos a los hombres. Sin embargo, «Iroko», el exclusivo álbum del cantante y bajista Avishai Cohen y el conguero-vocalista Abraham Rodríguez Jr., lanzado por el sello francés naïve, rebosa melodía, groove y calidez. Tiene profundas raíces en la religión esotérica y la canción popular, y surge con naturalidad de estos colaboradores transculturales que llevan 30 años conjurando los problemas, unidos en un espíritu musical.
Este álbum es el vigésimo para el prodigioso compositor e intérprete Cohen, afincado en Israel, pero solo el tercer proyecto de Rodriguez, autodenominado nuyorriqueño, experto en santería y rey del doowop-batarumba, aunque lleva décadas añadiendo su salsa secreta a las mejores grabaciones latinas de Nueva York. Es tan conmovedor como una serenata callejera en el Harlem español. Las apelaciones a los orishas yoruba fluyen entre versiones revalorizadoras de «It’s a Man’s World» de James Brown, «Theme to Exodus», ganadora de un Oscar en 1960, y «Fly Me To the Moon», asociada a Sinatra. Todo se basa en los propulsivos ritmos de la clave, que subyacen en prácticamente toda la música de origen afrocaribeño (incluido el jazz), mientras la percusión manual de Rodriguez se sincroniza con los irresistibles patrones de bajo de Cohen, y sus voces se funden como las de dos verdaderos amigos.
«Iroko» hace realidad el sueño de siempre de Cohen de «llevar a cabo un proyecto latino con mis músicos latinos favoritos de Nueva York. Empieza con este disco conceptual, solo Abi y yo», afirma, «al que le seguirá el estreno en marzo, en París, de nuestra banda [con el batería Horacio «El Negro» Hernández, el trompetista Diego Urcola, el percusionista Jose Angel, el saxofonista Yosvany Terry y la cantante española Virginia Alves (Cover Night de TVE)], luego una semana en el Blue Note de Nueva York y, también, varias fechas en los festivales del verano». Aunque Cohen, que se ganó su reconocimiento inicial formando parte de los tríos de piano de Chick Corea y Danilo Pérez, había convocado con anterioridad a formaciones de alcance mundial como la International Vamp Band, y Abi (como le llama todo el mundo, no solo Avishai) ha liderado las bandas Cachimba Inolvidable y Okonkolo, «Iroko» no tiene precedentes como síntesis de las influencias que el dúo venera.
Se conocieron en 1993 trabajando con la banda del pianista Ray Santiago en el Lower East Side de Manhattan. «Fue una colaboración de música cubana y puertorriqueña con un poco de jazz», añade Abi. «Una cosa muy nuyorriqueña». Avishai recuerda: «Cuando llegué al lugar donde estaban ensayando, oí el piano y la conga haciendo un montuno [una figura de ostinato que se repite], le quité la funda a mi bajo y me uní. Todavía no nos conocíamos, pero el resto ya es historia de muchos conciertos juntos».
Avishai estudió jazz en la New School y en la Mannes School of Music, eligiendo como profesor a Andy González, el bajista más activo de la escena latina. Abi, un sacerdote de la santería cuya mezcla de lo sagrado y lo secular estaba legitimada por su padrino, el gran batá Orlando «Puntilla» Ríos, conocía al bajista González y a su hermano el trompetista y conguero Jerry González de los círculos de percusión en los que se movía cuando era un crío. Eran los miembros principales de Grupo Folklórico y Experimental Nuevayorquino (en el que tocaba Abi) y de la Fort Apache Band, más conocida por latinizar las composiciones de Thelonious Monk. Iroko está dedicado a los hermanos González, ya fallecidos, como un gesto al movimiento de salsa y jazz que cuenta entre sus estrellas a Machito y Dizzy Gillespie, Mongo Santamaría, Ray Barretto y Eddie Palmieri.
«Lo que me atrajo al principio de la música de Abi y Ray Santiago fue su toque neoyorquino, la música latina con un swing un poco diferente, que Abi encarna como músico de crisol cultural. Ha creado un lenguaje propio a partir del r&b, el blues, el doo wop, el jazz y la Motown, un mundo propio en el que yo quería tocar el bajo. De principio a fin, solo conga, bajo y voces; y canciones profundamente bellas que podíamos desmontar y hacer nuestras. Ahora, cuando escucho su ritmo, su groove, me entran ganas de bailar. La esencia está ahí».
«Como diría Mongo Santamaría, “tambores y cantos”», añade Abi. «Eso es lo que tenemos aquí. Es universal y para todos, jóvenes y mayores. Incluso aquellos que están amargados, cuando escuchen estas canciones, se emocionarán y sonreirán. ¿Los que están enfadados? Los mataremos con amabilidad». En «Iroko», Avishai Cohen y Abraham Rodriguez Jr. invocan a dioses yoruba, melodías imborrables y lazos de hermandad como resistencia contra la locura que nos amenaza si olvidamos que nuestra fuerza última proviene de crear belleza juntos.